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viernes, agosto 16, 2024

La verdadera historia de amor de Carros de fuego: Sybil Evers, la actriz que actuó para Isabel II y se casó con el campeón olímpico de la película

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LOS ÁNGELES, CALIFORNIA.- Este verano se han cumplido 100 años del triunfo de Harold Abrahams en los Juegos Olímpicos de París 1924. Su historia está contada en Carros de fuego, pero su amor no fue el que aparece en la película.

De acuerdo con Vanity Fair, la fama de los deportistas se apaga mucho antes que la de los grandes novelistas, las estrellas de cine, o los cantantes de éxito, y así los nombres de la mayoría de campeones que hace 100 años subieron a lo más alto del podio de los Juegos Olímpicos de París 1924 fueron olvidándose mientras que los de artistas como Noël Coward, Charles Chaplin o Scott Fitzgerald siguen acompañándonos con las canciones, películas y libros que publicaron en esa época.

Una película con una melodía inolvidable y un excelente guion ha prolongado hasta nuestros días la fama de uno de esos medallistas olímpicos. Se llamaba Harold Abrahams, era judío y su vida forma parte de la historia del cine gracias a Carros de fuego, de Hugh Hudson, estrenada en 1981 y premiada con el Oscar a la mejor película (y otros tres de estos galardones más) de ese año.

El argumento se centra en el tiempo que pasó Abrahams entrenándose en Cambridge, donde coincidió con otro corredor, el escocés Eric Lidell, así como en los problemas que le causaba su condición de judío en la Inglaterra de entreguerras. El clímax de la cinta lo da la participación de los dos compañeros en los Juegos Olímpicos de París 1924: el 7 de julio de hace 100 años, Harold Abrahams se ganó la admiración de sus compatriotas al hacerse con la medalla de oro en la prueba de 100 metros, mientras que Eric Lidell, quien por sus fuertes convicciones cristianas se negó a participar en esa carrera por caer en domingo, ganó el otro en la de 400 metros.

Lo ocurrido después de los Juegos no se ajusta del todo al guion de la película. Como explica un texto al final, Lidell se hizo misionero en China y murió en un campo de prisioneros durante la guerra con Japón, pero la Sybill con la que se casó Abrahams no es la misma mujer que fue su esposa. En Carros de fuego, el atleta mantiene un noviazgo con Sybil Gordon, una cantante y actriz inglesa a la que el guion confunde con su auténtica esposa, llamada también Sybil, cantante y actriz como la anterior, pero, en fin, una mujer distinta. Se trataba en realidad de Sybil Evers, nacida en 1904 e hija de un director de escuela y una acuarelista británicos.

Según narra el biógrafo Mark Ryan en su libro sobre Abrahams, la pareja no se conoció hasta 1934, 10 años después de que este ganara la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1924 y no en la época de los entrenamientos en Cambridge como retrata la película.

Ese año, Sybil Evers triunfaba en los teatros del West End con sus papeles en obras como Ever So Long Ago, una obra para niños que contó con una espectadora muy especial: fue la primera obra que vio en un teatro la entonces princesa y luego reina Isabel II. En 1937 también actuó como soprano en una ópera celebrada en Convent Garden con motivo de la coronación del rey Jorge VI, padre de Isabel II, así como en algunas óperas adaptadas a televisión por la cadena BBC.

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Casada en primeras nupcias con un editor una década antes, y divorciada poco después, la artista se casó finalmente en 1936 con Abrahams, quien le dio un anillo hecho a partir de un pedacito de su medalla de oro. Ese año quedaría marcado precisamente por otros Juegos Olímpicos, los de Hitler en Berlín, en los que Harold Abrahams participó como comentarista de la BBC tras haberse negado a boicotearlos pese a ser judío. En una prueba le tocó sentarse cerca de Hitler. “Ojalá le hubiera pegado un tiro”, recordaría mucho después la hija de Abrahams que decía su padre.

Debido a una enfermedad que había sufrido de joven, Sybil Evers no podía tener hijos, así que el matrimonio decidió optar por la adopción. Tuvieron dos: en 1942 un niño llamado Alan; y cuatro años después una niña, Sue. Durante la guerra, también acogieron a dos niños judíos refugiados.

“[Mi padre] iba a verla actuar en todas sus obras, y en casa siempre escuchaban juntos en el gramófono viejas canciones de Gilbert and Sullivan”, recordaría su hijo Alan.

El matrimonio duró hasta la muerte de Sybil a los 59 años en 1963. Según el libro de Ryan, murió de una infección en la sangre provocada por un virus que contrajo mientras trabajaba en su jardín. Su muerte devastó a Abrahams, quien nunca se llegó a recuperar del todo. Para que el mundo no se olvidara de ella, el atleta creó un premio con su nombre a la mejor cantante del año en la antigua escuela londinense de canto y arte dramático Webber Douglas. Abrahams también le dedicó un galardón a la mejor atleta femenina británica que durante años se encargó de entregar Felipe de Edimburgo, admirador suyo y prologuista de la referida biografía de Mark Ryan.

En cuanto a Harold Abrahams, murió en 1978, poco antes de que el guionista de Carros de fuego (Colin Welland) pudiera reunirse con él para recabar su testimonio (aunque su funeral inspiró la escena que abre la película). Hoy su historia no solo sigue inspirando a muchos atletas. También emociona a varias generaciones de cinéfilos cada vez que suena cierta canción de Vangelis.
AM.MX/fm

 

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