CIUDAD DE MÉXICO / SEMlac.- Cada 12 de junio, se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Este año, el tema se centra en la celebración del 25 aniversario de la adopción del Convenio número 182, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre las peores formas de trabajo infantil, que en 2020 se convirtió en el primer Convenio de la OIT ratificado universalmente.
Aunque se ha avanzado mucho en la reducción del trabajo infantil, en los últimos años se han invertido las tendencias mundiales luego de pandemia por covid- 19.
En México, hay 3.7 millones de niñas y niños en situación de trabajo infantil, lo que representó una tasa de 13,1 por ciento. Esta cifra fue 1,7 puntos porcentuales más que en 2019, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (Enti) 2022.
El hecho de que una niña o niño trabaje en ocasiones puede generar una situación de abandono escolar o que su rendimiento se afecte considerablemente. De igual forma, les imponen responsabilidades no aptas para su edad, les limitan la convivencia con más niñas y niños y ponen en riesgo su salud e integridad física. Además, perpetúa el ciclo de pobreza.
El proyecto AccioNNAr, que implementa la oficina de la OIT para México y Cuba, y que es financiado por el Departamento del Trabajo de Estados Unidos (Usdol), lleva a cabo diversas acciones para combatir y prevenir el trabajo infantil, específicamente en tres estados: Chiapas, Quintana Roo y Yucatán.
En esta ocasión, entrevistamos a tutoras itinerantes del programa para la atención al rezago educativo en educación básica de la Secretaría de Educación Pública de Yucatán, quienes nos contaron cómo identifican a las niñas y los niños que están en situación de trabajo infantil y las consecuencias en su desarrollo y desempeño.
El trabajo infantil está normalizado
Úrsula Sánchez Rocha es tutora itinerante en Tixcocob, en una escuela primaria. De su grupo de 12 niñas y niños, siete se encuentran en situación de trabajo infantil.
“Hay ayudantes de albañil, otro que trabaja en un taller automotriz, otros arriando ganado bovino y otros que limpian chiqueros. Tienen entre 12 y 14 años. Trabajan para apoyar la economía familiar. Digamos que está normalizado.”
Sánchez Rocha explica que el hecho de que estos niños trabajen genera que pierdan el interés en la escuela y que esa decisión está reforzada por su situación familiar.
“Tuve un niño que trabajaba en una granja limpiando chiqueros y llegaba a clase y se dormía y llegaba sin comer, estaba completamente este desnutrido. Tuve oportunidad de localizar a su mamá, hablar con ella, sensibilizarla y se lo llevó a Quintana Roo y ahorita él está entrando a segundo de secundaria y ya no trabaja”.
Para Sánchez Rocha, el acceso a la información y llevar pláticas a las madres, padres y personas cuidadoras puede ser una buena forma para combatir y prevenir el trabajo infantil.
Ya no consideran necesario el estudio
Marlene Isabel Díaz Ojeda también es tutora itinerante. Ella ha visto algunos casos de niñas y niños realizando trabajo doméstico.
“Faltan de repente a clase por cuidar a sus hermanitos, porque mamá trabaja y ellos son los únicos. Les queda la responsabilidad de cuidar bebés, de cocinar, de atender a sus hermanos, porque ellos son los mayores”.
Ahora tiene algunos casos de niños que trabajan en su salón. Uno vende blusas chiapanecas y vive solo con su hermana en Yucatán y manda el dinero a sus papás a la sierra en Chiapas. Otro trabaja con su papá como albañil y jardinero.
Díaz Ojeda explica que, aunque hay niños que hacen un esfuerzo extraordinario, como este último que es albañil y jardinero que se ha empeñado en estudiar y es el primer alfabetizado en su familia, hay otros que simplemente deciden abandonar la escuela.
“Los niños se acostumbran a tener una ganancia y una vez de que a temprana edad tienen dinero y ven que pueden subsistir o apoyar entre comillas, ya no consideran necesario el estudio”.
Niños en mundos de adultos
María Ceballos Cuevas es también tutora itinerante. En su grupo hay un niño que es mecánico saliendo de la escuela y por las noches ayuda a su mamá con la venta de comida; venden perros calientes. Tiene 13 años.
“Llega a la clase sin ganas, se acomoda en la mesa y se duerme. Pero me explica que tiene dos trabajos porque tiene que pagar sus cosas y dar dinero para la casa para su comida y su ropa”.
Debido a esta situación este niño no ha progresado mucho en sus estudios, pero se ha mantenido con el seis o siete, mínimo para poder terminar la primaria.
Pero, además, por la naturaleza de su trabajo, está expuesto a situaciones que no deben vivir las y los niños. “Ay maestra, si escuchara todo lo que hablan los mecánicos. Es que hablan de las mujeres como objetos”, me dijo y también que escuchaba insultos, faltas de respeto, definitivamente situaciones a las que una niña o niño no debe estar expuesto, cuenta la tutora.
Para Ceballos Cuevas son necesarias las becas para los niños y los apoyos a la familia, como oportunidades de trabajo para prevenir y eliminar el trabajo infantil.
Son niños tristes
Blanca Cecilia Moguel Ramírez trabaja en la atención para el rezago educativo en cuatro escuelas al interior del estado; en Motul, Umán, Progreso y en Mérida.
Ella explica que las y los niños que trabajan, además de no poner atención por el cansancio, se ausentan por largos lapsos de tiempo, se desaparecen de la escuela por el trabajo.
“Tengo alumnos que trabajan como ayudantes de albañil, que se van a hacer obras y luego de largo tiempo regresan. También hay niñas que trabajan como vendedoras ambulantes, venden comida. También tengo alumnos que trabajan en tiendas. Son chicos que, aparte de que se encuentran desmotivados y en la escuela están súper cansados y ya no quieren jugar con sus compañeros, no quieren salir del salón. También se ven emocionalmente afectados, pues es un niño triste que no puede hacer más que trabajar”.
Para Blanca, el hecho de dar apoyo a las familias y lograr que también los padres y madres puedan tener grados académicos más altos, es decir terminar la secundaria o preparatoria, les brindará la oportunidad de conseguir mejores empleos y evitar así que sus hijas e hijos trabajen.
Es importante visibilizar la situación
Aremy Alcocer González es la coordinadora del programa para la atención al rezago en educación básica. Explica que brindan atención a niñas y niños de diversas edades, pero en su mayoría de 11 o 12 años que aún no saben leer y escribir.
“Yo estoy segura de que dentro de las casas están realizando trabajo infantil, pero eso nosotras muchas veces no lo podemos saber, porque nos enteramos del que está en la construcción, con el mecánico, en la panadería, pero a veces no nos comparten lo que hacen dentro de casa que, en su mayoría, es ser responsables de los hermanos, del quehacer diario, porque crecen solos, no está papá, no está mamá”.
Para Alcocer González, es importante ser más consciente de lo importante que es visibilizar la situación que viven las niñas y los niños que trabajan. “Somos una sociedad que cree que los niños no están muriéndose de hambre, una sociedad que pensamos que nuestros niños están bien en sus hogares y no estamos viendo lo que realmente sucede”.
La educación es una de las herramientas fundamentales para combatir el trabajo infantil y ahí es donde pone su esperanza.
“Hemos podido comprobar que cuando estas niñas y niños ingresan de nuevo a la dinámica escolar y son motivados y apoyados, han participado en muchas competencias de conocimiento, de oratoria. Es decir, hay una capacidad de resiliencia en estos niños y desarrollan muchas habilidades que incluso para aprender a leer y escribir, lo hacen muy rápido”.
AM.MX/fm
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